EL ARTIFICIO DEL RECUERDO: ARTISTAS DE LA CASA DE VELÁZQUEZ 2006-2008Sela del Pozo Coll(…) Qué extraño es el mundo, ¿verdad? Esta pregunta quedaba sin respuesta tras contemplar el filme de David Lynch Terciopelo Azul (Blue Velvet, 1986). La sensación de haber perdido toda referencia entre lo real y lo irreal posicionaba al espectador, otrora silente, y le obligaba a adoptar una postura reflexiva acerca de lo contemplado. Idéntica sensación se ofrece tras visionar la película Retrato de mujer blanca con navaja (2008) escrita, producida y dirigida por Carlos Ceacero al amparo de la sección artística de la casa de Velázquez y gracias a las ayudas concedidas también por la Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid y el Instituto de la Cinematografía y las Artes Visuales del Ministerio de Cultura.
Tras visionar más de una vez su obra –imposible no hacerlo si se quieren captar los detalles poéticos con que construye cada uno de sus «cuadros»– uno no puede dudar del valor del cine en tanto que manifestación artística. Un lenguaje formal cuidado, en el que abundan los acentos perceptivos y las tímbricas de color que excitan la imaginación para atraparnos durante 24 minutos. Abunda un rojo profundo de carmín o de sangre. En ocasiones ésta proviene tanto de la nariz de Patricia Rojo como de las víctimas que Blanca ha degollado con su navaja y que lava en el mismo lavabo inmaculado (curioso binomio el de jugar con los colores hasta en los sustantivos y título de la película).
Uno se encuentra ante una película narrada siempre desde el punto de vista de su protagonista, recurso aprovechado para nutrirse plásticamente de primeros y primerísimos planos. Especie de historia circular, onírica, redunda en la sensación de hallarnos en un movimiento en espiral. Creación artística, miedos y obsesiones orquestan una polifonía radiante. Al fin los que crean se encuentran solos, incluso cuando encuentran su obra acabada, y en esta película no faltan soledades e individualidades artísticas. Sorprende el profuso uso de los silencios intensos que se matizan con sonidos de la vida real amplificados. Todo ello acompañado de una cuidada banda sonora, con un tema que permanece en el recuerdo y que se repite casi obsesivamente: al comienzo, durante y al finalizar la película a modo de ligeros acordes. El aria «Je crois entendre encore» de Les Pêcheurs de Perles de Georges Bizet, brilla con la magia del vinilo capaz de atrapar al melómano más exquisito por la sonoridad del aire ambiente y se convierte en parte fundamental de la misma filmación, adjetivándola en su fluir temporal.
Esta plástica exquisita de Carlos y la manera de componer determinados planos recuerda a la estética de la obra de arte cinematográfica de David Lynch ya citada, sobre todo en las secuencias violentas, complementadas por uno y otro con una pared de fondo de la que cuelga un cuadro. Se ha hablado también de la sobriedad de la ejecución de su obra, de su purismo. Una película donde la luz, y su reverso de sombra, juegan un papel exquisito, no sólo desde el punto de vista dramático sino también acentuando las escalas y los puntos de vista (imborrable en la memoria el fotograma de Vicky Peña abandonando la Casa de Velázquez por su explanada de entrada y escaleras).
Valor de reflexión, búsqueda de los finales abiertos que implican al espectador. Necesidad de reivindicar la vocación de autoría, no sólo del cineasta, sino también del guionista. Características que perduran al recordar su lenguaje constructivo, más cuando se trata de una cinta tan compleja que se antoja como un artificio metalingüístico sobre el cine y sobre la novela, pero también sobre el arte de la imagen, que es al fin, fotografía en movimiento. La delgada línea que media entre la realidad y la irrealidad cuando se habla del arte entra en escena: todo ello lo da el cine.
Sela del Pozo es crítica de arteEL LABORATORIO DEL ARTISTA: VENTANA ABIERTA A SIETE PROCESOS CREATIVOS
Yvan Nommick(…) Carlos Ceacero, cineasta, llegó a la dirección de cine de manera lógica y racional, desde su doble vocación y formación de guionista y de actor –ha protagonizado diferentes papeles secundarios en series de televisión como Periodistas, Policías o Cuéntame cómo pasó–. En París, donde realizó estudios de cine en la Universidad de París 8, profundizó en su conocimiento del cine de autor –en particular las películas de la Nouvelle vague, de Andrei Tarkovsky, Ingmar Bergman...– y su vocación de director se afirmó. El cine negro, Hitchcock, thrillers como El quimérico inquilino de Roman Polanski y, sobre todo, Swimming Pool de François Ozon, son otros de los referentes que podemos adivinar en Retrato de mujer blanca con navaja, cortometraje escrito y realizado durante su residencia en la Casa de Velázquez, y rodado en parte en dicha institución. Esta película de, y para cinéfilo, es una verdadera obra abierta en la que lo real se entremezcla constantemente con lo irreal, en la que nos adentramos en el misterio del proceso creativo en la literatura a través de la compleja psicología de una escritora de novela negra, Patricia Rojo –encarnada con mucha fuerza y sobriedad por Vicky Peña, en torno a la cual se ha realizado todo el casting–. Por otra parte, Retrato de mujer blanca con navaja es a la vez un espejo que refleja, a través del proceso creativo de la escritora, el propio proceso de Carlos Ceacero, y una ventana abierta al mundo de la creación literaria y de las relaciones entre el cine y la literatura. Como bien explica el autor: «... entramos de lleno en ese mundo personal de la artista, un mundo de reflejos, obsesiones, miedos y traumas, que nos permite reflexionar sobre el proceso creativo mismo, sobre sus razones, y sobre el cine tal y como lo entendemos. Un medio de expresión que al margen de entretener, liberaliza, purifica y nos permite pensar, reflexionar, ir más allá de lo que vemos y oímos». ¿Cómo se desarrolla el proceso creativo en Carlos Ceacero? Para nuestro cineasta este proceso tiene un valor en sí mismo y, en la gestación de sus obras, la fase más larga es la de la escritura. Tiene carpetas llenas de ideas y de posibles temas que se van acumulando y que maduran en su mente hasta que uno de ellos se impone y puede ser desarrollado. Empieza entonces a escribir, pensando ya en cómo va a realizar la película. Generalmente no utiliza storyboard, porque lo que escribe son imágenes, y, de hecho, trabaja con los actores a partir del texto. El guión literario conduce a un guión técnico, y luego se encadenan las fases habituales de la realización de una película. Carlos Ceacero vive la dirección cinematográfica como un trabajo en solitario, pues es el único que tiene la visión global de la obra y ha de ser riguroso, controlar todos los aspectos en beneficio de la claridad y coherencia del discurso, pero siempre dejando intersticios por donde pueda penetrar la intuición. Un aspecto que quisiéramos destacar en estas breves líneas es la música, tratada en Retrato de mujer blanca con navaja de manera muy personal. Ceacero recibió en su infancia y adolescencia una buena base musical, realizando el grado elemental de piano en el Conservatorio Elemental de Música de Úbeda, lo que explica quizá la presencia de la música clásica en varias de sus películas. Así, al comienzo de Cerrojos (2004) oímos los seis primeros compases del Nocturno para piano op. 9, n° 1, de Chopin, y en la película que nos ocupa, el aria «Je crois entendre encore» de la ópera en tres actos Les Pêcheurs de perles (1863) de Bizet, constituye la única música utilizada, pero declinada en tres versiones diferentes. Esta romanza melancólica, en la que el pescador de perlas Nadir canta su amor por la bella sacerdotisa brahmana Leila, estaba desde el principio del proceso en la mente de Ceacero. Representa, a nuestro entender, la parte de humanidad, fragilidad y soledad de Patricia Rojo, mujer de apariencia fría y distante. Desde el punto de vista técnico es interesante señalar que se utilizan las dos primeras versiones del aria de Bizet como música diegética, es decir que se nos muestra en la pantalla la fuente de emisión del sonido, aquí un tocadiscos, y que se trasforma en extradiegética al desaparecer de la pantalla la fuente sonora: por ejemplo, al comienzo de la película, la música, que proviene del tocadiscos, sigue acompañando a Patricia Rojo cuando se dirige en coche a la Casa de Velázquez para firmar su libro La mujer del tocador.
Yvan Nommick es director de estudios artísticos de la Casa de Velázquez de Madrid